miércoles, 30 de septiembre de 2009

Alicia en el país de los hongos

El típico hongo de los duendecillos del bosque en los cuentos de hadas europeos, un hongo rojo con puntos blancos, es el Amanita muscaria que los ingleses llaman Fly Agaric. Aunque tiene efectos psicoactivos, se supone que tiene efectos secundarios desagradables que, dependiendo de la dosis van desde mareos, calambres musculares, y vómitos hasta amnesia. En caso de sobredosis (5 kilos de hongos) hay ergotismo, daño cerebral y muerte por parálisis respiratoria. (17)
Los efectos comienzan entre 2 a 3 horas depués de la ingestión y duran de 6 a 8 horas. Según J. Ott basta con un solo sombrerete de este hongo para experimentar sus efectos, por lo cual desaconseja comer más de uno, especialmente si está seco, pues según explica, después de unos meses de secado el hongo puede incrementar su potencia debido a una reacción química que transforma uno de sus principios activos, el ácido iboténico, en el otro que es más potente, mucimol. (22)
A nivel psíquico dosis bajas generan de una sensación de ebriedad y gran fortaleza física seguida de efectos sinestésicos específicamente concernientes al tamaño del consumidor y las cosas que observa: macropcia que es la tendencia a ver los objetos más grandes de lo que son y micropsia, que es el efecto contrario.
Saber esto llama particularmente la atención cuando uno recuerda el quinto capítulo de Alicia en el País de las Maravillas.
En las ilustraciones originales del libro -encargadas a Tenniel y supervisadas por el propio Lewis Carroll- la protagonista se topa con un gigantesco ejemplar del tipo Fly Agaric encima del cual descansa una oruga con una pipa propia para fumar opio. Después de escuchar las quejas de Alicia sobre su anormal tamaño, la oruga le explica enigmáticamente:
-Un lado te hará crecer; el otro menguar.
"Un lado, ¿de qué? Otro lado, ¿de qué?, pensaba Alicia.
-Del hongo- dijo la oruga, como si la hubiese oído; y de repente desapareció…
"Y ahora", se dijo, "¿cuál será cual?" Mordisqueó un poco del que tenía en su mano derecha, para probar su efecto. Al instante sintió un fuerte golpe en el mentón: ¡acababa de dar con la cabeza en los pies! Se asustó mucho con este cambio tan brusco, pero se sobrepuso pensando que no había tiempo que perder, ya que estaba menguando rápidamente; de forma que inmediatamente se puso a comer del otro trozo… "Valla! ¡Por fin tengo la cabeza libre!", dijo Alicia con gran alivio, pero su alegría se trocó inmediatamente en alarma, al darse cuenta de que no lograba ver sus propios hombros. Lo que sí divisaba al mirar hacia abajo era un larguísimo cuello, que parecía elevarse como un tallo gigantesco sobre un mar de hojas verdes, que se extendían muy por debajo de sus ojos.
"¿Qué serán todas esas cosas verdes?", se preguntaba Alicia. "Y, ¿dónde se habrán marchado mis hombros? ¡Ay! Y mis pobres manitas? ¿Por qué no puedo veros?" Mientras decía esto, intentaba moverlas para ver dónde estaban; `pero no notaba nada, salvo un ligero agitarse de esa verde hojarasca tan distante… Alicia se acurrucó como pudo entre los árboles; se le enredaba el cuello larguísimo entre las ramas y de vez en cuando tenía que detenerse a desprenderlo. Después de un rato se acordó que áun tenía los trocitos de hongo en las manos y siguió comiendo, mordisqueando primero uno y luego el otro, creciendo unas veces y menguando otras, hasta que hubo recobrado su estatura habitual.

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